¿Sabias que…? – Aireando los problemas en el medievo –

El uso del abanico va ligado prácticamente a la aparición de las primeras civilizaciones. Ya los egipcios usaban largas plumas para airearse o espantar insectos. En la actualidad, con el uso de la tecnología, el abanico ha cedido ante los refrescantes ventiladores y aparatos de aire acondicionado. Pero aún así, este objeto es uno de los más característicos de nuestra cultura. Manejar el abanico en España, fue durante años un habilidad necesaria. Incluso sabemos que llegó a existir, durante la Edad Moderna, en la corte real un lenguaje que se realizaba exclusivamente con la ayuda de dicho elemento, pero esto puede ser motivo de otro artículo.

Los abanicos se fueron generalizando por toda Europa en torno a los siglos XI y XII. Más rudimentarios que los que conocemos hoy, pero sin embargo con un alto valor artesanal e incluso ornamental. Pero si bien la composición de estos no era muy diferente a la actual, si su utilidad. Generalmente, si usamos un abanico, lo hacemos con la única finalidad de aliviar una calurosa tarde de verano. Para aquellos más «folkloricos», aquí en España, también somos muy dichos a emplearlo para tareas ociosas (siempre es un buen complemento en un disfraz o cuando vas al Rocío). Sin embargo en la Edad Media, tenía una finalidad mucho más necesaria, especialmente para las féminas cortesanas.

En palacio las cosas van despacio, y si encima hace calor pues peor. No creo que a nadie sorprenda la afirmación de que la higiene en el medievo era algo que brillaba por su ausencia. Para paliar este hecho generalmente se recurría a plantas olorosas, pero también a ropas gruesas que no dejaran pasar el olor. Es en este aspecto donde el abanico juega un papel fundamental. Cuando hablamos de una mujer cortesana, imaginamos a una rechoncha señora con un largo vestido y corpiño ceñido. Entre la piel y el vestido había infinidad de capas y accesorios (destaco los pololos y los zaragüeles por lo chistoso de las palabras), que hacían de aquello, más que un traje, fuera una olla de cocinado al vapor. Si tomamos como verdadero el relato que nos dice que la reina Isabel de Castilla solo «conoció» el agua dos veces en toda su vida, entendemos que el olor que acaecía debajo de esas telas no debía ser muy agradable. Por ello el abanico era usado, a veces como aparato para refrescar, pero en la mayoría de ocasiones como disipador de olores. Generalmente metían este por debajo de su falda y agitaban con todo su poderío, con la intención de mitigar, en la medida de la posible, aquél nefasto aroma. Por suerte, el uso del jabón se fue generalizando y el abanico no tuvo que sufrir más entre las piernas de alguna dama.

REFERENCIAS

http://www.rnovelaromantica.com/index.php/articulos-y-noticias/todos-los-articulos/item/sabias-que-historia-y-lenguaje-del-abanico

http://www.todoabanicos.com/abanicos/niveles/h_origenes.htm

http://marcianosmx.com/extrema-falta-de-higiene-edad-media/

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