«Este es el recuerdo de El Chipé, un criminal que murió sufriendo»

¡EL CHIPÉ, UN GITANO DE DERECHAS!, así solía comenzar uno de los relatos más recalcitrantes, pero a la vez más morbosos, que escuché durante mi etapa de estudiante de Historia en la Universidad de Murcia. La crónica, ya cuasi leyenda de El Chipé, me atrevo a decir que ha marcado a toda una generación de historiadores murcianos (de hecho algunos nos disfrazamos de El Chipé en una fiesta universitaria). Hoy quiero compartir este relato con vosotros.

Juan Vicente Fernández, que posteriormente sería conocido como El Chipé, nació en 1901 en el seno de una familia gitana de la localidad de Alhama de Murcia. Muy pronto, por motivos laborales, su familia se mudó a Cartagena. No volvemos a saber nada de Juan, hasta 1918, cuando compra una casa en la actual plaza de Alcolea. La precariedad económica de la Cartagena de comienzos del siglo XX, lanzaron a Juan, ya conocido como El Chipé (palabra que proviene del lenguaje calé, que significa “bien hecho”) a la marginalidad y al crimen.

En 1918, manchó por primera vez sus manos de sangre en defensa de su hermana que sufría malos tratos por parte de su cuñado. Dos años después, en un antro tabernero, bajo los efectos del alcohol, desenfundó su pistola y a bocajarro mató a sus dos acompañantes, se dice, que por no pagar la ronda que les correspondía. El Chipé era un hombre de complexión débil y no de gran envergadura, por eso nunca salía de casa sin armarse primero. Pronto su fama delictiva se fue extendiendo y eran muchos los que temían a El Chipé. En un alarde de agrandar su figura, decidió introducirse poco a poco en el mundo de la prostitución ejerciendo como proxeneta en el famoso barrio de El Molinete. El único intento de conseguir un trabajo legal que se le conoce, estuvo sujeto a una ilegalidad previa, y forma parte de otra leyenda paralela en torno a su figura, pues se dice, que para conseguir un trabajo en el puerto amenazó a punta de navaja a un futbolista del Cartagena Fútbol Club, que hasta el momento ocupaba ese puesto.

El boca a boca hizo famoso a este personaje, que sin embargo, contaba con inmunidad legal absoluta. Y es que El Chipé, sabía de quien rodearse. Muchos dicen que era el protegido del reputadísimo veterinario Ramón Mercader. Otros abogan por creer que contaba con la defensa de altos cargos políticos de la ciudad. El hecho es que, hasta el inicio de la Guerra Civil, El Chipé, se paseó por las calles de Cartagena sembrando el terror a su paso.

Pero haciendo honor al refrán “a todo cerdo le llega su San Martín” a El Chipé, no iba a ser menos. Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, El Chipé, se unió, en lucha, a los bandos opuestos a esta facción. Cuando desde Melilla llegaron las noticias de la sublevación militar del General Franco, a El Chipé le faltó tiempo para ir a celebrarlo a un bar. Sin embargo, unos pocos días después, cuando se conoció la noticia de que la sublevación solo había tenido apoyo en África y algunas capitales provinciales, miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas, decidieron ir en busca de El Chipé, para apresarle como cómplice del levantamiento y traidor a la República. No obstante, El Chipé era un hombre de arrestos, y no dudó en enfrentarse a los que le perseguían. Pero fue golpeado duramente en la cabeza, y solo la intervención de la policía le salvó.

Mientras El Chipé estaba detenido en Comisaría por los altercados, el bulo se fue corriendo por toda la ciudad, y pronto la entrada de la oficina de policía se fue llenando de gente furiosa que pedía literalmente la cabeza de El Chipé. La policía se negó al linchamiento público e intentaron sacar al prisionero por la puerta de atrás. Pero la treta no funcionó, y en cuestión de segundo las multitudes balanceaban y golpeaban el coche policial. En su interior solo iban El Chipé y Manuel Martínez Norte, un miembro de la CNT. Fue este, el que, viendo la situación desesperada, para evitar consecuencias mayores desenfundo su pistola y bajo la frase “Chipé, te voy a hacer un favor”, disparó a este en la cabeza.  Martínez Norte, tiró el cuerpo ya sin vida fuera del coche, y las masas lo recogieron como su más valioso trofeo.

Tras ver muerto al El Chipé, fueron muchos los que abandonaron la escena, no sin antes regocijarse de lo sucedido. Pero, un grupo de unas 300 personas, dieron comienzo a un relato de lo más cruento. Ataron el cuerpo por la cabeza y se dedicaron a pasearlo a rastras por las principales calles de la ciudad, llevándolo incluso hasta la puerta de la casa de Ramón Mercader donde gritaban “Aquí tienes a tu protegido, tu cochero ha sido ajusticiado”. El Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Murcia, Pedro Mª Egea Bruno, recoge en testimonios orales de algunos de los presentes en la escena frases tan brutales como “Todavía recuerdo como la cabeza de El Chipé rebotaba en los baldosines de la Calle Mayor”. La marcha del cadáver destrozado de El Chipé continuó por todas las calles de la ciudad hasta llegar al puerto. Allí desde el muelle, lanzaron el cuerpo al agua, para después seguir arrastrándolo por el paseo marítimo. Finalmente acabaron en la Plaza Bastarreche, donde rociaron el cuerpo con gasolina e intentaron prenderlo. Pero, al estar húmedo, este no ardió, ante lo que muchos clamaban “Mira si es malo que ni arde”.  Son muchas las leyendas que corren sobre lo ocurrido con el cuerpo de El Chipé, desde mutilaciones hasta la extracción de órganos o apéndices. Sin embargo, lo único que sabemos es que el cuerpo fue abandonado y a la mañana siguiente recogido por la Cruz Roja, los cuales le dieron sepultura en el cementerio de los Remedios.

La historia de El Chipé, se ha convertido en una de esos relatos que, en la ciudad de Cartagena, pasan de generación en generación, y que poco a poco se van mitificando. Tan inmersa está la figura de este personaje en la mentalidad cartagenera, que en la actualidad podemos encontrar dichos populares como “te vas a ver como el Chipé”, para indicar que vas por el mal camino. El caso de El Chipé es uno de esos ejemplos que nos ayudan a comprender la importancia de la tradición oral, pues sin ella no conoceríamos esta historia.

REFERENCIAS

EGEA BRUNO, P.M. (2013), “Violencia de clase y construcción simbólica”, Studium: Revista de Humanidades, nº 19, pp. 141-174.

FERNÁNDEZ FRANCO, F. (2008), Murcia: crimen y castigo. Murcia.

PLAZAS ESPINOSA, R. (2002), Cartagena Histórica. Murcia.

https://es.wikipedia.org/wiki/El_Chip%C3%A9

http://www.laopiniondemurcia.es/sucesos/2016/05/15/chipe-favor/737067.html

http://www.cartagenadeley.es/index.php?option=com_content&view=article&id=15575:iquien-mato-a-el-chipe&catid=1:noticias&Itemid=50

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