A mi no me engañas, Cupido.

¡Ya ha llegado! Efectivamente, como cada 14 de febrero hoy volvemos a celebrar San Valentín. Con ello no solo tendremos que aguantar a los típicos “cuñados” haciendo la ya famosa broma de San Solterín, sino que tendremos nuestra Redes Sociales inundadas de pasteloso amor ajeno (como si solo hubiera que demostrar la pasión hoy).

Pero como hasta las oficinas de ¡CANIS MEUS ID COMEDIT! no ha llegado todavía el amor, nos vamos a encargar de desmitificar a la figura de Cupido, ese bonachón amorcillo de sonrosadas mejillas que reparte corazoncitos por doquier.

En la mitología romana, Cupido es el dios por excelencia del amor y el deseo, algo que le viene de cuna, pues es hijo de Venus, diosa del amor, la fertilidad y la belleza, y de Marte, el dios de la guerra. Aunque tiene su equivalente en el dios griego Eros, ha sido la imagen de Cupido, plasmada a través de la figura de ese niño alado, con ojos vendados y que porta arco y flechas, la que ha perdurado en la sabiduría popular hasta nuestros días.

Sin embargo, lo curioso de todo esto, es que, tras la llegada e imposición del cristianismo al Estado romano, se produjo un sincretismo con la hasta ahora religión oficial, el paganismo, lo que provocó que celebremos el día de San Valentín, reconocido por la Iglesia Católica como el patrón de los enamorados, pero, no obstante, asociemos este día con la imagen del Dios pagano. De todas maneras, aunque este hecho ha sido conocido ya desde la Antigüedad (en Roma se celebraba la fiesta de la Lupercalia), la celebración de este día se hizo popular a comienzos del siglo XX en los países anglosajones, expandiéndose muy rápidamente por prácticamente todo el mundo, llenando así de corazones todos los rincones del planeta.

Pero como bien reza el dicho “no todo lo que reluce es oro”. Y bien cierto es, pues si analizamos la concepción tradicional de Cupido, esta se aleja mucho de la idealización que seguramente muchos tenemos en mente.

Los cánones de imagen del Dios del Amor que nos han llegado a la actualidad, podemos decir que responden cuasi fielmente a la realidad que se intentó transmitir en la Antigüedad.  No obstante, tenemos que observar los detalles. Por ejemplo, todos sabemos que el famoso angelote rechoncho, siempre porta su arco y flechas con las cuales dispara a esas parejas enamoradizas que no se atreven a dar el paso. Pero, ¿Qué pensaríais si os dijera que esas flechas estaban envenenadas? Pues sí. En la mitología clásica, en ocasiones, la figura del Dios niño aparece asociada a la del Dios-serpiente, como muy bien ejemplifica Erecteo, el cual vivió durante mucho tiempo en una cesta rodeado de serpientes donde nadie podía mirarle. Algo similar ocurría con Cupido. Este se valía de su amistad con las serpientes para nutrirse de su veneno, con el cual untaba las puntas de sus flechas, de las cuales se dice que eran incluso capaces de someter al mismísimo Zeus. Cupido tenía la posibilidad de manipular a su antojo a las víctimas de su arco, lo que utilizado de forma negativa le hubiera podido llevar a conquistar el mundo. Sin embargo, la apariencia bondadosa de este Dios, nunca dio sensación de peligro, como bien escenifican los poemas de la época conocidos como anakreontika, los cuales se burlaban del “poder” del adorable personajillo. De ahí, que únicamente se haya transmitido la imagen positiva de Cupido y se haya olvidado la parte más oscura. Pero es que con esos mofletitos y esos rizos rubios ¿Quién pensaría que detrás de ellos se esconde un genio del mal?

Tampoco queremos fastidiaros este día tan especial (o ñoño), así que os dejaremos disfrutar de vuestra cenita a la luz de las velas. Pero quizás leyendo este post os hayan entrado ganas de esquivar las envenenadas flechas de Cupido, no vaya a ser que os jueguen una mala pasada.

REFERENCIAS

VON FRANZ, M.L. (2006): El “Puer Aeternus”. Barcelona, Editorial Kairós.

https://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%ADa_de_San_Valent%C3%ADn

https://es.wikipedia.org/wiki/Cupido

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